Bolívar Caribano: "Me seduce de la canción que es un cuerpo que puede tomar muchas formas"


Tiene mirada animal pero es de aire. No se queda en el sitio/momento que transcurre, al terminar de leer todo lo que debe saber del instante que vive, parte en el vehículo de su mente a universos (im)posibles. Bolívar se faja con sus contradicciones; en esta entrevista -realizada bajo un gran árbol en el jardín de La Estancia- cuida la palabra; cree que no lo descifrarán si se escuda bien. 

Víctor Manuel Bolívar nació bien temprano el primero de febrero del ‘85, en Baruta, estado Miranda. Es reverencial, respetuoso, posee buena onda. Ha compartido musicalmente con Biella Da Costa, Abraham “Cangrejo” García, Dieter Negrín, Amaranta, Ana Cecilia Loyo, José Alejandro Delgado, Wahari Meléndez, Viover y G4RC14, entre otros. Es profesor en el Conservatorio Prudencio Esáa.

A los siete años entró en la Banda Marcial de su colegio, producto de la influencia de su papá que fue percusionista de samba. Bolívar estudió flauta y cuatro, pero: “a los doce el rock explotó en mi cabeza”, entonces supo que quería y podía ser músico. Admira a Rubén Blades, Frank Zappa y Nine Inch Nails; ahora relee a Salvador Garmendia y aprecia la “curva de madurez” de Eduardo Liendo.

“Tuve conciencia de que se me daba la música, que simplemente me sonreía, no fue tortuoso entrarle, me entregué a eso con mucha fuerza, le puse muchas horas y cariño, porque me gustaba y supongo que eso alivianó el aprendizaje” explica Bolívar. “Concluí ingenuamente ‘si es algo que se me da tan fácil ¿por qué no hacerlo?’. Recuerdo haberme convencido que era lo que quería hacer. Había un ánimo de encarar la música con seriedad, sin mucha mortificación”.

Universo Caribano
Caribano crea mundos propios; con el Caribe como tema designa niveles de abstracción compositoral que sistematizan la construcción de sus canciones, enuncia estas categorías como: terreno, sonido o sonoridad, entramado o andamiaje rítmico o temático, bases rítmicas, historia, personajes y vestuario. Además de insistir en la necesidad de fortalecer el concepto y la intención de la canción.

Bolívar mira perplejo. Abre los ojos, mucho más, y complejiza a medida que profundiza en estas instancias teatrales que traslada a su música. Especifica, “son un montón de capas. El terreno es el espacio, que es un motor clave para fraguar cualquier medio expresivo, es compromiso con tu espacio y compromiso con tu tiempo”.

En la categoría de sonidos o sonoridad ubica “lo afro, me gusta jugar, explorar e interactuar con  artistas relacionados con la raíz; el folclor me seduce profundamente”, comenta. “También reproduzco e integro el folclor más mestizo; me siento con el derecho a hacerlo por ser venezolano y latinoamericano, pero también lo hago con mucho respeto, reconociendo siglos de tradición”.

Explica que en las bases ubica “lo precolombino, tuve un acercamiento con esa música, es una base, junto a la idea de lo étnico” y afirma: “Tengo mucho tiempo siendo un curioso de lo étnico, desde haber tenido una experiencia en el Amazonas, coexistir con esas comunidades, hacer música con algunos de ellas, haber investigado y escuchar música étnica de otros lugares para encontrar las afinidades”. 

En esa base musical “descubrí tres aristas, por un lado el rock, por ser la música más primigenia que me impactó, de la que tomo la fuerza y sus premisas; me gusta mucho el jazz por haber tenido una experiencia con él, una música sumamente difícil, en la que no me considero especialista pero de la que sí rescato lo armónico, la construcción de formas, de acordes; de la época en que trabajé con Biella (Da Costa), que fue cuando realmente aprendí de jazz; y después el folclor que es también una raíz”.

Sobre el entramado o andamiaje dice: “Una de las cosas que más me seduce de la canción como medio expresivo es que es un cuerpo que puede tomar muchas formas, es decir, cuando uno la concibe en el lugar inicial no es más que una melodía con unos acordes y algo que contar, pero cuando llega la hora de ponerla de cara a un proyecto específico, me gusta mucho ver las posibilidades de cómo esa canción puede ser vestida o desvestida, y ahí comienza todo el juego ese de los andamios”.

Luego, procede a “armarle un escenario, un vestido, una luz, un color a esa canción, y es el proceso de  decidir cómo suena, qué elementos interactúan… Sí hay algo de teatral en el asunto, el pensar en los instrumentos que intervienen como personajes, como si fueran gente que hace comentarios, que respalda o incluso contradice el mensaje de la voz cantada; es también el vestido que lleva el tema”, mientras “la historia es la canción y es también el escenario que se arma con la misma”.

“Pisada y Huella” (2012)
La producción ejecutiva de este disco estuvo a cargo de Pisada y Huella Producciones y del Centro Nacional del Disco (Cendis), la producción musical -así como autoría y arreglos de todos los temas- fue de Bolívar; la mezcla y masterización fue de José Sierra y Bolívar, quien dijo a DesdeLaPlaza.com que “Pisada y Huella es una propuesta muy contestataria. Es un torbellino, producto de mis delirios y mis deudas”. Aunque es un disco naïf, no rechaza y se percibe el influjo de la academia y el jazz.

“Es un álbum cándido, hay todavía un lugar de mí bien utópico, pretende un sitio mejor, tiene el sueño de transformar, que la música incida en la gente. Lo contestatario va ahí, en la idea de la inconformidad. Todavía está ese reclamo pero me interesan otras cosas, estoy en un lugar más pequeño, más íntimo, también de aceptación, no igual a la resignación; la humanidad es y ya, está vuelta mierda y va a seguir estando vuelta mierda. Uno se indigna, uno está inconforme, reclama, pero también entendiendo que la especie es la especie” opina.

Tal vez el tema más destacado es “Amanecí de bossa” que remite al poema de su tocayo Víctor “Chino” Valera Mora, “Amanecí de bala” que reza en su inicio: “amanecí bien magníficamente bien todo arisco / hoy no cambio un segundo de mi día por una bandera roja / mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer” y más adelante el poema estalla: “llevo en la sangre la vida de cada día soy de este mundo / bueno como un niño implacable como un niño”.

“Sesión” (2013)
El ingeniero de grabación fue Franklin Zambrano en Backstage. La mezcla y masterización fue de Bolívar, como la autoría de todos los temas; en la batería estuvo Mariana Redondo; en el bajo Rommel Córdoba y Pedro M. Bolívar, hermano del autor, estuvo en el rol de DJ. “Sesión” replantea el mismo repertorio del disco anterior, es una “extensión de Pisada, pero ya con más maldad”, más rock.

A mediados de 2014 se fue de gira por Argentina y Uruguay, en un periplo llamado “Tránsito en el Sur” en el que realizó 11 conciertos: El 26 de julio estuvo en el Festival “Llegando a Montevideo” en la Sala Zitarrosa, en Uruguay, donde compartió escenario con Karla Lamboglia (Panamá), Ezequiel Borra (Argentina) y la banda colombiana Puerto Candelaria.

Se presentó junto Fabián Marquisio, Toto Yulele, Salvador García y Mario Rodríguez. En Montevideo estuvo en Kalima y en la Casa Cultural Alegro, con el apoyo del colectivo montevideano de Casa Camaleón, grupo teatral de autogestión. Mientras, El Emergente lo recibió en la capital de Argentina, así como el Club de Arte Vuela el Pez y La Estación, ubicado en la ciudad de Campana.

“Enemigo Imaginario” (2016)
Todas las canciones son de autoría de Bolívar, así como los arreglos y la producción, excepto la letra de “Del trabajo y del Amor”, que es un fragmento del poema “Nos despojaron, Ay”, de Edmundo Aray y la letra de “Regreso”, que es un poema de Luis Alberto Crespo; el disco fue mezclado y masterizado por Pedro M. Bolívar y Caribano. Rommel Córdoba estuvo en el bajo eléctrico en “Me hago de ti”; Chars Álvarez tocó el bajo eléctrico en “Yo estaré aquí”.

En palabras del músico, este disco es “distópico y surreal” y está enmarcado en los géneros del pop y el rock, con rasgos afrovenezolanos e indígenas, hay predominancia de la guitarra y sintetizadores, en estos temas, grabados en la soledad de su sala. “Ellos van” y “Llegará” son especiales, enganchan, tienen mucha fuerza e innegable poder artístico, Bolívar es un juglar muy cercano.

Juan Carlos Ballesta de LaDosis dijo sobre “Enemigo imaginario” que es un “pasmoso ejercicio de introspección poética y al mismo tiempo de libertad, tanto en la música como en los textos. Bolívar se encarga prácticamente de todo: voces, guitarras, teclados, programación de bases rítmicas, secuencias electrónicas, intervención de cantos étnicos y voces de TV, bajo eléctrico en varias canciones, mezcla, producción, arreglos…”

En Cochinopop la reseña fue también positiva: “Cuarenta minutos de explosión musical; marcando un cambio de piel en la sonoridad de este proyecto musical que nace en el 2012. En esta nueva producción, disfrutamos del rock caraqueño que lo distingue con pinceladas de ritmos afroamericanos y cantos étnicos”. Noesfm.com también se rindió ante “Enemigo Imaginario” y lo calificó de “un acercamiento a su raíz rockera”.

“Poco tiempo después de publicar el primer disco me di cuenta que no me gustaba porque ya no me veía completamente ahí, ya yo me sentía parado en otro lugar, sentía que necesitaba decir otras cosas, eso es lo que detona la necesidad de hacer un nuevo álbum con el que el ciclo se va a repetir igual, con ‘Enemigo’ me pasa que ya tampoco está en mi presente total, para mí está en un lugar medio pasado, sin que eso no quiera decir que allí haya canciones que uno pueda defender con vigencia emocional”.

Verde, azul, violeta
La joven promesa del soul venezolano, Viover, cuenta que Bolívar le dijo que el tema “Verde, azul, violeta”, en el que ella canta junto a Wahari y Bolívar, y está presente en “Enemigo imaginario”, “fue un regalo para que no me sintiera nunca triste ni sola otra vez, uno de los gestos más hermosos de la vida, porque el tema se trata de alentar a los compañeros para seguir luchando”.

“Viover es un rayo de luz total” afirma Bolívar. “Recuerdo haber conversado con ella en un momento muy desolador, muy triste, y de haber escrito esa canción en el tiempo que dura, entre consciente y cabal. Me gustó la idea de poder regalársela, me conmovió profundamente cuando me llegó. La grabé con un grabador como éste, se la mandé y le dije: ‘negra esto es tuyo, es lo único que puedo darte’. Me ha hecho muy feliz siempre la cercanía con Viover, es una persona increíble y una artista preciosa”.

Rock como modus vivendi
“El rock para mí es un manifiesto de libertad, de rebelión, a veces no sé qué es el rock, no sé si el rock está vivo, hay mucho fantasma, muchos espíritus, inalcanzables, no presentes, no vigentes del todo; entonces cuando veo lo que hay en el rock, que se supone son esos reductos de libertad, de defender un espacio utópico, digo ‘¿qué de distinto hay en eso a Mercedes Sosa o Violeta Parra?’”.

“Ojo y me encanta el rock, es parte de mí, es algo que me transversaliza como músico, fue la música con la que entré, con la que empecé a tocar, hay muchos artistas de esa estirpe en mi imaginario… Conservo la fuerza, la afinidad tímbrica por tocar la guitarra; me gustan las máquinas, me gustan los amplificadores, me gusta el volumen y también cierta cosa de cofradía, de hermandad, de oportunidad para los buenos amigos y fabricar un lugar irreal, fantasioso, un mundo propio, eso me gusta”.

Ha dicho que odia sus “niveles de introspección e intimidad, casi autista, que, a veces me traen consecuencias nefastas”. Explica que su carácter es “muy reservado y complejo para expresar sentires y comunicarse”. Comenta que “la soledad suele caracterizarme y el claustro aparece con todos sus demonios. Eso me pone en un lugar agónico en el que me he entregado, descuidando el resto de la vida, a gente que quiero y me quiere. En fin. No siempre ha estado bien”.

“Una ventaja es que yo no escribo siempre. Yo necesito vivir. El oficio de escribir y crear es algo que he aprendido a dejar macerar. Voy almacenando en el pensamiento, en el papel o en grabaciones pueriles, ideas, cortas melodías, planteamientos estéticos o conceptuales, palabras, frases. No siempre con sentido o de manera ordenada. Sino como pequeños núcleos o embriones que van apareciendo, por acto de la suerte y la contemplación” cree Caribano.

“En un punto, el cuerpo me pide soltar. Plasmar, materializar y dar forma. Y suelen ser unos pocos días del año, generalmente consecutivos, los que dedico para escribir lotes de música, puñados de canciones. Que ya en ese punto, se escriben solas. En esos días, viene la agonía y la emoción. El desierto y la introspección. La angustia y el encuentro con los demonios. Y la nada. El olvido del resto. Igual desatender la vida es algo que ya para mí, no está bien. Es acompañada la vida. Por eso los afectos y el amor deben estar siempre” concluye al respecto.

Maestros: Teruel
Si le preguntan por sus maestros, dice: “Está Hugo Quintana, fue maravilloso, fue mi profesor de solfeo, siendo niño, después fue jurado en exámenes míos de guitarra, Hugo me enseñó la música de una manera vivencial. Más grande, en el Iudem, conocí a Beatriz Bilbao, que está en un grupete de compositores de la vanguardia; Federico Ruiz y Ricardo Teruel, éste último fue mi maestro Whiplash”.

Ricardo Teruel es ingeniero electrónico, músico, profesor de composición en Unearte y opina que Whiplash “es una película muy buena, pero terrible como modelo de enseñanza. porque un profesor debe ser todo lo contrario a lo que se ve ahí… Yo quiero que el estudiante desarrolle un pensamiento crítico, libre e independiente y que esté claro en lo que quiere decir… Yo le caigo duro a los estudiantes porque veo el potencial” aclara. “Lo peor que puede hacer un profesor es decirle a un estudiante: ‘No sirves para nada’; en la película el director no hace nada por el estudiante, sólo le dice que lo está haciendo mal, le dice: ‘adivina cómo quiero yo que tú lo hagas’, pero yo confronto al estudiante con sus propios demonios para sacar lo mejor de él” explica Teruel.

Teruel es para Bolívar “un intelectual de la música, un propiciador del pensamiento crítico. Y un canal para abrir las compuertas de la búsqueda y el lenguaje propio, al encuentro con uno mismo. Una influencia clave, sin duda. A él le agradezco la premisa que hoy aplico a mi vida: el uso de los recursos disponibles. El hacer y soltar. El desapego a la obra… Caribano ve “el virtuosismo como un vehículo de la expresión, o tal vez, la expresión misma, justo cuando éste queda liberado de la técnica frívola y deportiva. El virtuosismo es un rincón de la belleza. Sin duda, un lugar donde no todos llegan. El equilibrio ese de la técnica con la emoción. Que difícil”.

El profesor repone: “Víctor fue un excelente alumno en composición libre… Mi metodología usual es que el estudiante traiga su trabajo y yo lo desbarato señalando lo que me parece que no funciona, y me tienen que convencer de lo contrario o corregirlo”. Además dice que Bolívar “se interesó mucho en la música con los medios electrónicos, aparte que trabaja con instrumentos acústicos.”

“Víctor era muy estudioso y no solamente sabía de música, pues tenía experiencia en otras cosas… No tenía miedo a la corrección, ni a presentar otras alternativas, él tenía mucha facilidad. Se adaptó muy bien a trabajar conmigo” dice Teruel: “Víctor además tiene un interesante sentido del humor, a él le gustan los juegos de palabras, como a mí”.

G4RC14: Hermanos
Bolívar dice que “después están los hermanos mayores, no fueron personas con las que hubo una relación de maestro-estudiante, pero son gente que me ha enseñado muchísimo de la música, de la expresión, ahí cuento obviamente a G4RC14, quien está presente en el escenario inevitablemente, somos grandes amigos, compartimos mucha música, y me parece que es un tipo que tiene muy bien entendido este tema del que hablábamos del andamiaje de la canción, él sabe a dónde llevarla, y lo hace con mucha libertad, y libre de muchos prejuicios”.

“Con G4RC14 hay pendientes, hay un proyecto en el tintero para hacer cosas juntos y también es un artista que admiro muchísimo, quisiera seguir trabajando con él. Nos cruzamos en una época de densidad para ambos. Nos brindamos luz y compartimos la libertad” enfatiza Bolívar. G4RC14 sostiene que sólo puede “decir cosas buenas de Caribano; los hermanos menores te pueden enseñar muchísimo, él es muy talentoso, lo primero que hicimos fue improvisar sobre temas míos”.

“Es una relación que raya en los terrenos del espíritu, entendí que tenemos sentimientos similares hacia la música y hacia la vida, una vez que lo invité a trabajar en el estudio me di cuenta que él es muy solvente, propone y se deja llevar también, lo que está muy bien” comenta G4RC14. “Una de las vainas más arrechas de Bolívar es que es un hombre muy técnico, tiene una paleta increíble, es decir, él fue guitarrista de Biella Da Costa; Álvaro Falcón –quien produjo ‘Al norte del sur’ de Franco De Vita- se pasó al bajo y lo dejó a él en la guitarra, lo que es bastante decir…” 

“Me siento súper contento que la vida me sonría y me ponga gente como Bolívar cerca, divertirse es una tarea ardua y con él nos divertimos haciendo música, él la mueve y no hay casi nadie que la mueva. Cuando hicimos el tema de Wahari ‘Hoy quiero despertar’, le pedí que hiciera un solo ‘anti-solo’, cualquier guitarrista me entra a patadas, pero Caribano me las pilla, me sigue la corriente, que es algo que algunos locos necesitamos” explica G4RC14. “Verlo haciendo música me inspiró mucho, cuando yo estaba en mi época de oscurantismo, me dije: ‘¡mira cómo toca!’… Él es un gran músico, lo que es bien peludo encontrar, por eso nos impusimos ese régimen de libertad para crear, sin prejuicios”.

Determinación del espacio
“Llevar a cabo una obra de la que yo mismo pudiera hacerme cargo, me dio la necesidad de estar solo, y eso puso mi ámbito creativo en un lugar muy íntimo y pequeño. El estar al frente de la producción con todos los músicos atendiendo a mi dirección, a veces abruma, es desolador también; el roce a veces con la gente se torna tan incómodo que prefiero la soledad y es bonito fabricar un sonido del que yo puedo hacerme cargo, además que me pone de cara con mis demonios, mi ego” afirma Bolívar.

“Yo me cuestiono la idea del cantautor, a mí me gusta pensarme músico, un tipo que hace música, que a veces canta, a veces no, que juega con máquinas, que coquetea con el mundo sinfónico, que produce a otra gente, que a veces está en el escenario, otras está detrás de él, que a veces está guardado en el laboratorio. No me siento parado completamente en el lugar ese del autor de canciones, es un sitio muy egocéntrico, igual entro ahí y lo afronto y me gusta, pero no es la totalidad de mi universo musical”.

“Las canciones me cambian de lugar y tiempo, me mutan, cosas que no me gustaron de repente me terminan gustando después, o me terminan gustando de otra manera, o les encuentro otro significado, pero lo que cuido es no caer en ese territorio burocrático de poner notas y acordes, sino que haya realmente algo en mi emocionalidad que pueda dar la cara por ellas” comenta Bolívar.

“Me gusta que (la creación) sea un juego, es algo que me divierte profundamente, con lo que me río, con lo que me angustio, con lo que fabrico, construyo, destruyo, vuelvo a armar, por eso creo que estar en soledad se torna a veces imprescindible, por ser un juego que yo fabriqué solo, y para mí. Sin que eso no quiera decir, que haya momentos del juego en que invite al vecino a jugar, pero el juego es mío y me gusta que sea así” sostiene.

Rasgos identitarios
Contextualizarse “es un ejercicio reciente, yo sentí en un momento una deuda conmigo, sentí la necesidad de reconocer cómo sonamos aquí, cómo somos. Mi cultura musical estaba permeada de música que no pertenecía a este lugar, eso está bien, pero en un punto me sentí poco entendido de lo que ocurría aquí, no conocía los géneros, regiones, autores, la canción venezolana de raíz, en principio fue un remordimiento” dice.

“Me estaba sintiendo comprometido con la casa, con el lugar donde crecí y sentía que conociendo el ámbito ese iba a conocer más la casa, e iba a conocerme más yo también y ahí también descubrí mi venezolanidad, mi ‘latinoamericanidad’. Insisto no son lenguajes ni música que yo sienta que tengo completamente comprendidas, pero me pasó que acercarme a ellas fue como entrar a un lugar ya conocido de alguna manera” dice. “No siento la deuda saldada, pero tengo muchas menos urgencias”.

Dice que hay varios “artistas con los que ya he tenido francos coqueteos y voluntad mutua para hacer cosas: Vargas es uno, tenemos pendientes una reuniones, me encantaría trabajar con él, me parece un tipo increíble, que está cada vez más libre, más auténtico, eso se parece mucho a lo que yo busco”.

Ha versionado a Fito Páez, Spinetta y Charly, “ese linaje sureño me gusta mucho”. Explica que “a los 14 descubrió ‘Abre’ de Páez, ‘Al lado del camino’ que fue un portal a los demás sureños. Del “repertorio del Caribe, me gusta mucho Rubén (Blades), ‘Adán García’ la canté, es una historia súper desgarradora… Y llegué a armar hace poco una versión de Los Entierros (de Tite Curet Alonso), que la canta Cheo Feliciano”. Además “tengo el proyecto o más, el sueño, de cantar a Otilio Galíndez”.-

2017. Mic.-

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